Marta Parra, arquitecta y co-fundadora de El Parto es Nuestro, ha dedicado su carrera a transformar espacios con un enfoque profundamente humano. Inicialmente, junto a su socia, Ángela Müller, y ahora a través de Virai Arquitectura, ha trabajado durante más de quince años en la humanización de áreas hospitalarias y residencias de mayores, poniendo «la belleza al servicio de la salud».
En esta entrevista, Marta comparte su visión de la arquitectura como una herramienta poderosa para mejorar la calidad de vida, desde la reforma de paritorios hasta el diseño de centros para personas con ELA, demostrando que el entorno puede ser clave en la experiencia humana.
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¿Cómo te resumirías en pocas líneas? ¿Cómo nació tu inquietud por este trabajo?
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Soy una persona que proyecta su faceta personal en la profesional, integrando, con mejor o peor fortuna, la madre, la arquitecta, la comunicadora, la mujer, la compañera, la activista, etc. El cóctel puede ser contradictorio a veces, pero me permite incorporarme en mi yo más completo.
He convertido mi compleja relación con la arquitectura en una herramienta para modificar aspectos de las sociedades que quiero transformar. El punto de partida fueron las distintas vivencias en los nacimientos de mis hijos, en los que adquirí la determinación de querer cambiar el modo de dar a luz de nuestras hermanas, de nuestras hijas y nietas, fundando la asociación El Parto es Nuestro.
Junto con mi amiga arquitecta, Angela Müller, aunando nuestro activismo con nuestra profesión, comenzamos el camino de mejorar el parto desde la transformación de sus espacios, para reducir la medicalización de los partos, las tasas de cesáreas y los porcentajes de bebés separados de sus madres al nacer.
Desde Virai Arquitectura, hemos trabajado en ello desde hace quince años. Al principio éramos vistas como unas ilusas, unas frívolas o unas caprichosas, que queríamos poner bonitas las salas de parto. Pero según hemos ido avanzando, hemos conseguido que cale definitivamente una nueva manera de diseñar espacios de parto y nacimiento en España. Ahora estamos también en Latinoamérica trabajando en ello.
Poco a poco hemos ido ampliando la mirada del espacio cuidador, hacia otras personas vulnerables: pacientes oncológicos, con ELA, salud mental, y ahora a través de los entornos en los que nuestros mayores pasan los últimos años de sus vidas: residencias de ancianos. Ahora desde el estudio Virai Arquitectura, del que soy socia junto a Juan Manuel Herranz, trabajamos para la transformación del modelo tradicional en cada uno de los sectores, porque tiene un efecto positivo muy grande.
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¿Qué es para ti la arquitectura?
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En la Escuela de Arquitectura nos enseñaban que la arquitectura era en sí misma, un valor, una aspiración artística, un bien. Estábamos en el siglo XX.
Esa visión no me encajaba y durante años, he ido aprendiendo a confiar en mi propia visión de la arquitectura, de los proyectos y del diseño. Ahora creo que la arquitectura es una manera de influir, de impactar, de mejorar las vidas de las personas. Un instrumento de transformación, de generación de bienestar.
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¿Cómo influye el espacio, el entorno, en la vida de las personas?
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El entorno nos impacta. Nuestro cerebro trabaja la información y los estímulos que recibimos a través de los sentidos, de la piel. Y los interpreta con otras informaciones guardadas en la memoria, para generar una respuesta emocional e incluso física, ante el entorno que ha emitido dichos estímulos.
Este diálogo entre entorno y cerebro nos genera una percepción de los espacios y de los ambientes que puede ser positiva… o negativa, porque en todo caso, hay una reacción.
Supongamos que tengo una cita romántica: será muy diferente si quedamos en una cafetería muy concurrida del centro, donde es difícil hasta escucharse, o en una terraza tranquila junto al Palacio Real. La evolución de ese encuentro va a depender en gran parte del entorno en que se produzca.
O imaginemos una mujer de parto, tumbada y atada a una mesa obstétrica en un paritorio con aspecto de quirófano, y una mujer de parto moviéndose libre y suavemente sobre una pelota en una estancia bonita y tranquila, en la que no se ve material quirúrgico, sino unas vistas a un lago.La experiencia va a guardarse de manera muy diferente en la piel y en la memoria de esa madre y de ese bebé.
Y además, la evidencia científica nos dice que, probablemente, el parto de la mujer en movimiento sea mucho mejor, su bebé nazca más sano, y necesitará menos intervenciones, con menos probabilidad de sufrir una cesárea, es decir: el parto será más saludable, impulsado por un entorno adecuado a las necesidades de la usuaria principal.
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¿Cómo trabajáis con conceptos como la escala humana, la mirada, u otras referencias para mejorar la vida de las personas?
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Aplicar la arquitectura a las personas, significa para nosotros, diseñar para las necesidades físicas y emocionales de cada persona usuaria del espacio. Tener en cuenta su tamaño, su forma, sus capacidades y limitaciones, la edad, las herramientas cognitivas de cada persona, etc. E incorporar en la fórmula a todas las personas que usan ese espacio: paciente, acompañante, profesional sanitario, personal de limpieza, etc. O alumnos, profesorado, padres… dependiendo del sector.
En nuestro último proyecto, el Centro para personas con ELA, en el hospital Zendal de Madrid, hemos transformado un ambiente muy duro, que todos conocemos porque fue la referencia en la pandemia, en un lugar tranquilo y acogedor, a través de un espacio fluido con unos patios de luz y vegetación natural, y materiales cálidos como la madera. En palabras de uno de los usuarios, «un lugar al que me apetece estar con amigos y tomarme una cerveza».
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En alguna ocasión has comentado que, en vuestro trabajo en centros sanitarios, procuráis poner «la belleza al servicio de la salud». Sabiendo que en estos centros suele haber poca luz, muchos aparatos y máquinas, muchos pacientes con salud delicada y pronóstico —en ocasiones, y por desgracia— poco esperanzador ¿Cómo es posible introducir la belleza en dichos espacios?
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Introducir la belleza en centros sanitarios, entornos que a menudo son percibidos como fríos, clínicos e incluso hostiles, es un desafío que abordamos con una perspectiva integral que equilibra funcionalidad y estética. Aunque los aspectos prácticos y funcionales son esenciales y siempre prioritarios, creemos firmemente en el valor terapéutico de un entorno bello y confortable.
La belleza en estos espacios puede concebirse como confort sensorial, que se traduce en un ambiente que invita a los pacientes y al personal a sentirse más tranquilos y acogidos. La inclusión de elementos naturales como plantas o vistas abiertas a entornos exteriores más naturales puede mejorar significativamente el bienestar emocional y psicológico de quienes se encuentran en estos entornos.
La iluminación también juega un papel crucial; la luz natural es el medicamento más barato y universal que tenemos, y puede mejorar el estado de ánimo, con efectos positivos en la salud general y el bienestar. Asimismo, la disposición del mobiliario ergonómico y no clínico, y el espacio abierto pueden contribuir a una sensación de amplitud y libertad, que a menudo falta en los centros sanitarios.
En suma, la belleza no es simplemente un complemento estético, sino un componente emocional vital que, junto con la funcionalidad, la seguridad, la sostenibilidad y el uso eficiente de recursos, forma una ecuación equilibrada que eleva la calidad de los cuidados sanitarios y mejora la experiencia de todos los usuarios del espacio.
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¿Habéis medido los resultados que han tenido estos cambios arquitectónicos?
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Hemos tenido la oportunidad de medir resultados cuantitativos y cualitativos. Y es francamente impresionante el impacto que puede llegar a tener un entorno humanizado y cuidadoso en la salud.Tratamos de recoger información antes y después de las reformas, a través de encuestas o testimonios, para poder seguir evaluando y mejorando, a partir de la escucha de los usuarios principales.
Dos ejemplos en dos áreas y usuarios diferentes: en el proyecto realizado de Unidad de Parto Normal, en el Hospital HM de Nuevo Belén, llevamos más de diez años comprobando cómo, un espacio adecuado que apoya una atención respetuosa y fisiológica en el parto, consigue unos resultados de cesáreas, que en porcentaje son dos o incluso tres veces menor que en otros hospitales de la red privada. Es decir, si la media de porcentaje de cesáreas en el sector privado de partos en España ronda el 30 %, siendo un 21 % las cesáreas en el sector público, y lejos del máximo de 15 % que la OMS declara como máximo, en la Unidad de Parto Normal de Nuevo Belén, en porcentaje de cesáreas está en el 11 %.
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Si en este hospital se han llegado a lograr estos resultados en salud, ¿por qué no se replican las claves del éxito en otros centros?
Otro indicador es el aumento del número de partos en los hospitales en los que se actualizan sus instalaciones de maternidad desde este enfoque de la humanización, frente a la caída de natalidad en todos los contextos en España.
En el Hospital de Día Oncológico de Aranda de Duero, la satisfacción de pacientes, familiares y personal sanitario también es muy superior a la recogida a través de entrevistas, en el espacio antes de la reforma.
Este es el superpoder de la arquitectura: mejorar el estado de ánimo, la percepción de calidad y de cuidado, mejorando así no sólo lo emocional, sino también lo físico.
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